24 de Mayo: Día Internacional de las Mujeres por la Paz y el Desarme

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“La verdadera paz no es simplemente la ausencia de Guerra, sino la presencia de la justicia”

Hace un siglo que Jane Addams pronunciaba esta cita, que forma parte de la longeva lucha de la mujer por la paz. Históricamente, esta lucha ha sido y es una revolución pacífica y pacifista, que desde el primer momento tuvo como bandera la justicia social, reintegrando a las personas excluidas por el agresivo sistema socioeconómico que persiste en el momento actual.

Durante las guerras mundiales, gritamos nuestro NO rotundo a los enfrentamientos bélicos, no solo por las inútilmente trágicas consecuencias, también por nuestro compromiso con el diálogo y los acuerdos de paz esenciales en su resolución.

Vivimos en un mundo de prisas, donde lo importante se posterga a perpetuidad ante lo urgente. Con la “Pandemia Covid”, hemos tenido una oportunidad de aprendizaje ante los retos venideros. Nos ha enseñado que nuestros más preciados dones son los más asequibles y se obtienen de nuestro medioambiente y sus recursos.

En los medios de comunicación, se habla constantemente de crisis financieras, pero nuestra mayor crisis es la moral, pues hay riqueza suficiente: es la distribución lo que tenemos que mejorar.

 El ingente número de asociaciones de mujeres por la paz a nivel mundial no hace sino reflejar nuestra batalla por un mundo sin violencia, una sociedad feliz.

¿Cómo lograrlo?

Exigiendo a los gobiernos leyes y soluciones políticas que miren por el bienestar común.

Educando para la paz. Se educa a niñxs y jóvenes en la competitividad, con la consiguiente frustración y sensación de fracaso en la ciudadanía del futuro. Disciplinas como la Filosofía, que invitan a la reflexión, pierden “valor”, mientras que en las  tecnológicas se elude el debate ético.

Propiciando la convivencia pacífica a través de valores como la justicia social, el respeto, la solidaridad, la interculturalidad.

Despojados de las etiquetas sociales como raza, clase, sexo, nacionalidad, religión, queda lo importante: el ser humano, con sus cualidades e imperfecciones. Practiquemos las que nos honran y mejoremos las que nos limitan. Al final del día, solo queda eso que la pandemia nos enseñó a valorar.